El hombre que tantas noches la había visitado en sus sueños por fin se había materializado a su lado. Con un gesto casi imperceptible en su rostro, continuó alejándose del dragón de fuego que devoraba con ansias el viejo edificio situado a sus espaldas. Solo unos pocos metros después él frenó y fijó su mirada en su obra. Raquel, mientras, lo observaba maravillada sin poder creerse a quién tenía delante: el asiduo visitante de sus noches, su adorado mentor y ahora su igual. Las llamaradas del color del ocaso pintaban un paisaje precioso en el cielo de la ciudad y el olor de la historia quemada se introducía con ansia en su organismo. Ambos inspiraron a la vez y sus ojos quedaron fijos en el otro. Ninguno de los dos quería romper el intenso silencio que los rodeaba. Escucharon una vez más los golpes que el dragón asestaba a las vigas que sostenían la memoria colectiva de aquellos que ya habían desaparecido.
La sonrisa del hombre no puso nerviosa a Raquel. Ella conocía esa sonrisa. El hombre le pidió su brazo con el gesto, ella sin dudarlo ni siquiera un instante se lo entregó. El número once brillaba bajo la nube de ceniza que los cubría. Ese número once que con tanto trabajo había conseguido marcar en su piel. El número once que hacía bailar la sonrisa en el rostro de ambos.
–¿Y ahora? –preguntó ella con curiosidad.
–Ahora, al fin, seremos libres.
Autoras/es: Manuel B. G., Isabella Valentina Díaz Blanco, Daniel E. Q., Victoria Eugenia García García, Miryam Lapeña Otero, Ana Laura Puentes Ferrín.
Ray Bradbury.